El viaje de mi Vida - Parte 1

#amorymolina #terapeuta #elviajedemivida Aug 15, 2023

Soy la hija mayor de una familia compuesta por una mamá, que todo el tiempo se dedicó a ser ama de casa, un papá que trabajó para prodigarnos bienestar,  tres hermanas y un hermano, con quienes crecí; además de otro hermano y dos hermanas más, de parte de papá.

Fuí una niña que destacaba por inteligente y juiciosa tanto en casa como  en el colegio de monjas. Criada  para  "ser alguien importante en la vida", me lo repetían a su manera, mis padres y los profesores del colegio .Por tanto, desde muy temprano comprendí que  mi tarea consistía en estudiar para llegar a ser profesional,  tener un buen trabajo y esforzarme por los buenos logros, lo cual me permitiría  ser autónoma y libre económicamente  para, en conclusión, construir una realidad distinta a las de las mujeres de mi familia, a quienes les había tocado asumir su destino como esposas abnegadas y madres sacrificadas. Es decir, la negación de sí mismas a favor de los otros. 

Llegué a la universidad con mi timidez a  cuestas, a estudiar Comunicación Social y Periodismo, una carrera que me atraía por dos razones: anhelaba escribir crónicas de viajes en alguna revista importante y me veía recorriendo el mundo, con mi cámara fotográfica al hombro, capturando imágenes, entrevistando personas interesantes y mostrándoles a los lectores el mundo, a través de mis escritos.  Y al mismo tiempo, todo esto era un gran reto para mí, puesto que suponía hacerle frente no solo a mi timidez, sino a lo que significaba ir más allá de mis propios límites para vivir una realidad de verdadera aventura significativa. 

Pues bien, a la fecha esa intención aún no ha ocurrido y la vida, que es tan misteriosa en sus designios, me fue llevando por un camino diferente que en aquel entonces, implicó un gran desvío de mi meta, pero que hoy veo como lo que inexorablemente debía ocurrir, porque todo aquello me llevó a grandes y profundos aprendizajes.

 La maternidad llegó de manera temprana e imprevista, cuando estaba en mitad de la carrera. Y con ello, un matrimonio que al fin y al cabo representaba ese destino familiar del que siempre había querido escapar. Allí estaba yo, luego de un par de años: frustrada por no haber logrado mi sueño, con una relación de pareja completamente disfuncional y con dos hijos, ante quienes me sentía con el compromiso de garantizarles algo mejor que esa realidad opaca.  

 Llegaron  entonces los momentos de las grandes  decisiones: o seguía ahí, en ese lugar incómodo, intentando sobreponerme  cada mañana, como quizás les tocó a mi madre y las mujeres que me antecedieron; o me atrevía a rebelarme ante ese destino para saltar al vacío e inventar la forma de retomar mi vida. Esto último, fue lo que hice, impulsada por el dolor de la traición afectiva y una fuerza extraña que me proponía reinventarme y no traicionar mi propio sueño.

No fue nada fácil, con apenas 24 años de edad, la carrera interrumpida, el corazón lastimado y dos hijos pequeños por quienes debía responder, el panorama estaba lleno de incertidumbre. Retomar el  camino implicó mucho esfuerzo y aunque hubo también apoyos invaluables, considero que en medio de  aquella tormenta, descubrí esa fuerza  y determinación interior que brillaba en los momentos más oscuros,  impulsándome a no desistir en mi empeño de superarlo todo para salir adelante. Algo que desde entonces apareció y me ha dado fortaleza en los momentos más aciagos,  es la certeza interior de que, de una u otra manera, estamos siendo guiados y resguardados por una fuerza más grande,invisible a los ojos físicos. En muchos momentos de prueba, sentí que los ángeles eran mi única opción. Los invocaba y sentía su compañía certera, protegiéndome o dirigiéndome hacia aquello que me hacía sanar y crecer.

Ante mis solicitudes llenas de fe y a veces de desesperación, se abrieron puertas, conocí personas que me apoyaron y la claridad comenzó a relucir en el horizonte a través de libros que llegaban a mis manos, mensajes encontrados en canciones, frases directas en algunos carteles y otras sincronías en las que era evidente la maravillosa  presencia angelical. 

 Con ese apoyo logré, después de varios intentos, culminar mi carrera profesional e iniciar el recorrido laboral. 

 Mi confianza en esos seres de luz,  me llevó  un día a los primeros cursos que emprendí, con el ánimo de estrechar esa relación angelical y convertirme en un medio para que ellos actuaran para otras personas, así como lo habían hecho conmigo. Yo quería servir de esa manera y compartir con los demás, esa inspiración amorosa que surge desde adentro. En aquel entonces, recorría mi camino espiritual, mientras laboraba en el Ministerio de Cultura de Colombia, una institución en la que aporté para hacer realidad la política pública que en aquel entonces, nos proponía el reconocimiento de un país diverso y multicultural. Allí estuve recorriendo las regiones en medio del conflicto armado de aquel entonces, reconociendo esos rostros humanos que desde Bogotá son apenas  cifras estadísticas  intentando aportar para una realidad más incluyente. Los medios públicos, la población infantil y juvenil además, de la cinematografía, fueron las áreas desde las cuales aprendí y aporté, en tanto  sacaba tiempo para ser madre de dos varones que representaban la razón principal para no desistir. Una faena que sin duda, es el día a día de muchas mujeres.

Con Amor,

Amory

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